En un jardín a las afueras de un pueblo, dos semillas fueron plantadas el mismo día: una de mango y una de bambú.

El mango no tardó en crecer.

En su primer año, ya tenía hojas grandes, ramas sólidas y comenzaba a echar sombra.

Todos los vecinos lo miraban con admiración.

Los niños jugaban debajo de él.

Las abuelas decían que traería buenos frutos.

Y el árbol de mango se sentía orgulloso.

El bambú, en cambio, parecía no hacer nada.

Mes tras mes, apenas asomaba un brote débil.

Pasó un año, y luego dos.

El mango ya era casi un árbol completo.

Y el bambú seguía ahí, silencioso, casi invisible.

Un día, el mango un poco confundido le preguntó:

—¿Tú estás bien?

¿Por qué no creces?

Y el bambú le respondió:

—Estoy creciendo. Solo que tú no puedes verlo.

—¿Cómo? —dijo el mango.

—Mis raíces se están fortaleciendo.

Necesito estar listo para sostener lo que viene.

Estoy preparándome para sostener mi grandeza.

Si creciera antes de tiempo, me rompería con el primer viento.

El mango guardó silencio.

Cinco años después, el bambú creció.

Y cuando lo hizo, creció sin parar.

En solo semanas alcanzó la altura que el mango tardó años en conseguir.

Pero lo más importante no era lo alto que había llegado.

Lo importante era que estaba listo para quedarse.

Algunas etapas de tu vida van a parecer lentas, invisibles, desesperantes.

Pero eso no significa que no estás creciendo.

Significa que estás preparando tus raíces.

A veces creemos que no estamos avanzando solo porque no vemos frutos.

Pero el alma también necesita sus temporadas invisibles.

Tu raíz también es parte de tu expansión.

No te compares con los que ya florecieron.

Honra tu ritmo.

Sostén tu proceso.

Y recuerda que lo profundo no se ve, pero sostiene todo lo que algún día brotará.

P.D: Si estás en una etapa donde todo parece más lento de lo que esperabas, esto no es un error.

Estás construyendo lo que no se ve, para sostener lo que sí vendrá.

Respira.

Confía.

Si esta carta tocó algo dentro de ti, compártela con alguien que necesite recordar que aún lo invisible también es parte del milagro.

Con cariño,