Debajo de la superficie

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Estoy escribiendo esto desde Nueva York.

Una ciudad que, a primera vista, parece construida hacia arriba: rascacielos, pantallas, luces, velocidad.

Pero lo más fascinante no siempre está arriba. Muchas veces, está debajo.

Esta ciudad está llena de distracciones, y también está llena de oportunidades para encontrar la presencia y vivir momentos memorables.

La cultura aquí es muy diferente a la de Miami. Se siente más autenticidad, de alguna forma, en la expresión de las personas y eso me gusta.

Nueva York tiene algo que me encanta: nunca deja de sorprenderme. No importa cuántas veces la recorra, siempre aparece algo que no esperaba.

Ayer, un amigo me invitó a desayunar. No me dio detalles, solo una dirección. Cuando llegué, no vi ningún restaurante. Solo un cubo de cristal en la acera.

Entré y había un elevador. Lo tomé, y al abrirse las puertas, se reveló uno de los lugares más grandes y lujosos que he visto: un restaurante taiwanés. Exquisito. Inesperado. Oculto justo debajo del concreto de Manhattan.

En esta ciudad, debajo de las calles por donde caminamos, hay otro mundo. Estaciones, túneles, trenes.

Un sistema invisible (para quien está afuera) que mueve a millones de personas cada día y los conecta de un sitio a otro.

Pero no solo hay transporte subterráneo. También hay lugares inesperados: restaurantes ocultos, gimnasios de lujo, teatros, salones de eventos, spas, y experiencias que no imaginas si solo miras la ciudad desde arriba.

Debajo del concreto hay vida. Hay belleza. Hay movimiento. Hay creatividad.

Y nosotros también funcionamos así.

Con una estructura visible, y un mundo entero sucediendo por dentro.

Desde fuera, mostramos una imagen.

Pero adentro, hay historia, dolor, luz, belleza, poder.

Un sistema vivo que sostiene nuestra experiencia de vida. Y que, gracias a lo que somos por dentro, la vida afuera se hace más clara, más eficiente, más real.

Estamos llenos de sorpresas. Y muchas veces, lo mejor de nosotros no se ve a simple vista.

Por eso, hoy quiero recordarte algo sencillo pero profundo: No juzgues tu valor por cómo te ves en la superficie. No te limites a lo que otros alcanzan a ver. Porque tú eres inmensidad por dentro. Una inmensidad que sostiene tu propósito, incluso cuando afuera parece haber caos.

Y esto también aplícalo al prójimo, al otro, al vecino, familiar, amigo, nuevo conocido o nuevo por conocer.


Atrévete a adentrarte.

Atrévete a descubrir lo que nadie más ve.

Allí, en lo más profundo, se encuentra lo más sabroso, lo más sagrado, lo más tú.

Tal vez por eso amo esta ciudad.

Porque me recuerda que lo que no se ve también puede ser grandioso.


No todo lo valioso brilla en la superficie. A veces, está escondido, esperando ser descubierto.

Mucho amor,

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